No eres la voz en tu cabeza. Mejor dicho, la voz en tu cabeza no eres tú. No realmente. Es solo el producto del funcionamiento de tu cerebro. No eres la voz en tu cabeza de la misma forma que no eres la sangre que bombea tu corazón, el ácido en tu estómago o los desechos en tu intestino.
Pero es justo esa voz la que te ha hecho pensar que es lo que eres y que eres lo que escuchas en tu mente. Un monólogo que en realidad tiene dos participantes.
El secreto está en aprender a separarte de ella. Reconocerla como algo distinto a ti, ponerle un nombre diferente al tuyo, incluso una personalidad distinta a la tuya. Y entonces, solo entonces, pueden empezar a tener conversaciones reales. Entonces pueden empezar a dialogar y puedes exigirle que solamente te dé pensamientos útiles o positivos.